“Reyezuelo sencillo” le dicen…

Aún reconociéndola
entre las más diminutas
en comparación con sus paisanas,
y siendo de fresco
o húmedo monte europeo,
no cabe duda,
es ésta un ave que hermoso aspecto tiene;
pues jamás pasará inadvertida
ante la mirada del transeúnte
que, de seguro, extasiado,
al descubrirla la contemple.
“Reyezuelo sencillo” le dicen,
con minúscula silueta,
de contorno achaparrado,
y con una imagen de embriagador encanto,
buena muestra hace
de unos aparentes
aires lozanos.
Muy similar es éste, “el sencillo”,
a su pariente más cercano,
el llamado “reyezuelo listado”.
Ambos ostentan, pletóricos,
talante alegre,
y hacen alardes de buena audacia,
exhiben aires desenfrenados
de índole curiosa,
jubiloso dinamismo,
incesante actitud nerviosa.
¡Oh! Maravillosa ave,
que presume fisonomía tierna,
hace gala de bella
y encantadora presencia.
Sus colores, entre otros,
le confieren su agraciada singularidad.
Que, al igual que
una preciosa aventurina,
tiene el plumaje
de las partes superiores
de un delicado matiz verde-oliva.
Mientras, el conjunto inferior
va degradándose
a una tonalidad más gris-blanquecina,
con matices que recuerdan
a un cristal turbio de calcita.
El aspecto llamativo
de su perfil se advierte
con tan sólo un breve atisbo,
que no desmerece
y se mantiene persistente
en la extensión de sus cortas
aunque deslumbrantes alas,
que parecen haber sido
exquisitamente cinceladas
con matices de un gris
algo más oscurecido,
alguna banda blanca
y remates finales
que, en un elegante color negro,
han sido acentuados.
La cabeza de esta especie
es un precioso expositor
que revela el que ha de ser
su rasgo más diferenciador.
Tal y como si emulara
portar una majestuosa
corona áurea,
exhibe con exultante orgullo
un capuchón suntuoso,
haciendo buenos alardes
de imponente fulgor.
Este penacho presume
vistosas plumas amarillas,
más sugerentes en el macho,
en el cual, en especial,
se hace resaltar,
con una clara gradación tornasolada,
y conforme a una tonalidad
algo más anaranjada.
Cabe, además, reseñar
que al igual que si se tratara
de una ceñida bandana,
con unas franjas negras circundantes
se remata la base
de este peculiar píleo encrestado.
“Reyezuelo sencillo” le dicen,
con su minúscula silueta
y su contorno achaparrado,
da buena muestra
de enternecedor encanto,
a través de una disposición delicada,
dulce y armoniosa de los rasgos
que configuran su cara.
Siguiendo esta línea,
es preciso recordar
que su pariente, el “reyezuelo listado”,
siendo de “hombros” más dorados,
además cuenta con
un diseño del rostro
algo más acentuado,
y difiere de éste, el “sencillo”,
al llevar una franja de matiz albar
que recorre, cual ceja perfilada,
la parte superior de su cara.
Presume también el “listado”
de mostrar sus oscuros ojos
perfectamente “maquillados”,
pues, sobre ellos,
se ha “dibujado”
una extensa y distintiva
lista ocular negra,
que pareciera estar
por un rótulo delineador
pulcramente trazada.
En el “reyezuelo sencillo”, por su parte,
la faz hace alarde
de una configuración
que aunque algo más simple,
también es más sutil y delicada.
En ella, unas mínimas “pinceladas
han exclusivamente sombreado
un par de halos blancos oculares,
que enfatizan sus bellos ojos negros,
permiten iluminar más su mirada.

“Reyezuelo sencillo” le dicen
y, en las islas afortunadas,
esto es, en paraíso subtropical de las Canarias,
su canto alborozado,
de tintineante y agudo sonido,
añade una jovial y exquisita melodía
al denso monte de pinar,
a la laurisilva
y a la mezcla de fayal-brezal,
preciosos bosques de las islas
donde esta pequeña belleza
principalmente habita.
Transita aquellos prolíficos lares
entre rama y rama de brezales;
emigra de una a otra enérgico,
con constantes revoloteos, sin receso.
Así es como concienzudamente otea
cualquier vástago, sin olvidar ni astillas,
ni tramos de corteza semidesprendida,
pues osa advertir la existencia de
pulgones, arañas y orugas de polillas.
Se trata éste de un
elenco heterogéneo de invertebrados imprescindibles;
como ave insectívora, componen, en esencia,
la que viene a ser su dieta nutritiva.
¡Oh! Espectacular ave
que exhibe aparentes aires lozanos,
con talante alegre y desenfrenado
e incesante actitud nerviosa,
afamada de jubiloso dinamismo,
ferviente de índole curiosa.
Y es que, no cabe duda,
pues su ensalzado magnetismo
jamás habrá de pasar inadvertido
ante la mirada del transeúnte
que, de seguro, al descubrirla
extasiado la contemple.

Ana Melisa Díaz Sánchez.